LUCAS SANZ ATIENZA, Telegrafista ASESINADO en 1936 por los franquistas, y arrojado a los pozos de Caudé (Teruel)

Lucas Sanz Atienza word pressLucas Sanz Atienza nació en Gea de Albarracín (Teruel) en 1888. Estudió en el Seminario de Albarracín para ser sacerdote; pero al tiempo se cansó, y dejó los estudios con el bachillerato acabado. En ese mismo lugar conoció a Milagro Herranz quien fue el amor de su vida, su esposa y la madre de 3 hijas. Preparó oposiciones para telégrafos y tras aprobarlas tuvo su primer destino en Alcázar de San Juan. Posteriormente pidió traslado a Albarracín donde una vez allí instalado contrajo matrimonio con Milagro.

A Lucas lo hicieron Jefe de telégrafos en Teruel, donde la familia alquiló una casa para que las hijas pudieran estudiar en esa ciudad. Previo al golpe de Estado del 18 de julio de 1936, el gobierno decidió recolocar a los funcionarios, en previsión de que si algo sucediera la administración no se colapsara, y ofrecieron a Lucas trasladarse a Madrid. Milagro le dijo que se trasladara por si acaso pues en Madrid pasaría más inadvertido, pero Lucas entendía que no tenía por qué dejar su tierra, puesto que no militaba en ningún partido, su puesto de trabajo lo había conseguido por oposiciones y méritos propios, y nunca había hecho daño a nadie.

Desde Teruel, Lucas y Milagro observaban los acontecimientos derivados del golpe fascista con cierto pánico y preocupación, pues la mayor de sus hijas sólo tenía 22 años. A finales de julio Teruel fue tomada por el bando franquista y en la plaza del Torico comenzaron a producirse lo que se denominaban paseos y sacas. Los franquistas detenían a diferentes personas por sus cargos en la administración del estado, por filiación política o ideológica, y sin juicio alguno eran fusiladas junto al pilón de la fuente del Torico; la sangre corría bajo la torre del Salvador camino del óvalo.

A los pocos días, estando Lucas en su despacho, el ordenanza le dijo que 2 guardias civiles querían verlo; él les invitó a entrar a su despacho, pero éstos le dijeron que saliera. Al salir, le llevaron preso al viejo cuartel de San Francisco. Era un caluroso 24 de agosto de 1936. Al otro día de nuevo hubo fusilamientos en la plaza del Torico, las hijas de Lucas acudieron atemorizadas por si su padre era uno de los asesinados; por fortuna él no estaba. Tampoco en los fusilamientos del día 26. Milagro todos los días llevaba a su esposo una muda limpia y algo de comer; y éste en un ato le dejaba la muda sucia.

El día 27 Lucas devolvió la muda sucia, y una moneda de un duro amadeo de plata que siempre llevaba en el bolsillo. A Milagro eso le preocupó, pero como no le dejaban verlo no pudo preguntarle por qué le daba aquella moneda; Milagro entendió después que Lucas se la devolvió porque sabía que donde lo iban a llevar ya no lo necesitaba. Cuando Milagro se iba del viejo cuartel, observó como un camión del que parecían oírse voces, pese a estar tapado con lonas, se dirigía a gran velocidad en dirección a la carretera de Zaragoza.

Al otro día una de sus hijas venía en el coche de línea desde Albarracín hacia Teruel; eran aproximadamente las 4 de la tarde, y en mitad de la carretera de la vieja nacional 234 una patrulla de la guardia civil las paró. Al instante se escucharon disparos, y a la media hora dejaron que prosiguiesen la marcha camino de la capital turolense. Mientras, Milagro esperaba a las puertas del viejo cuartel de San Francisco para de nuevo darle una muda limpia a su esposo; al rato le dijeron que no volviese más, que su marido esa mañana había sido trasladado. Nunca más supieron de él.

Milagro sacó a sus hijas adelante, e incluso a sus nietos, pero su corazón nunca más pudo sonreír; cuando iban de Teruel a Albarracín, la abuela Milagro suspiraba mirando al cielo y les decía a sus hijas “algo me dice que por aquí está enterrado vuestro padre”. Sólo 40 años después de aquella atrocidad, con la arribada de la “democracia”, las gentes que sabían del tema, comenzaron a contar las graves atrocidades que se habían hecho en los pozos de Caudé, junto a la carretera de Zaragoza. Un pastor que se encontraba en la zona aquellos aciagos días, anotó en unas tablas los tiros de gracia que en la lejanía escuchaba, siendo casi mil cien rayas las que aquel hombre marcara.


Documentos: Blog de Óscar Pardo de la Salud. Lista de asesinados en los Pozos de Caudé. Geneanet (incluyendo imagen)


En MEMORIA de las mujeres y hombres del Ejército de la REPÚBLICA Española

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