Felones franquistas ASESINARON a ELENA GIL OLAYA, junto a sus compañeras las 13 Rosas, en las tapias del cementerio del Este de Madrid el 5 de Agosto de 1939

Elena Gil Olaya word pressElena Gil Olaya nació en Madrid en 1919, pero pasó la guerra civil en Murcia, saliendo a escondidas para ayudar al que lo necesitara. Era consciente de lo que estaba pasando, pero el odio no iba con ella, por eso era roja y no una fascista. Repartía comida, ayudaba a compañeros que volvían machacados del frente, acompañaba y colaboraba con viudas y huérfanos desamparados. En 1937 Elena ingresó en las JSU. Cuando en 1939 el fascismo había derramado tanta sangre, Elena volvió a Madrid el 2 de abril de 1939. Su amigo Rafael Muñoz Coutado le había propuesto continuar trabajando para el partido. Al día siguiente su amiga Victoria Muñoz García, una de las 13 Rosas, y Sergio Ortiz pidieron a Elena que colaborara en la reorganización de las JSU en la clandestinidad.

Así empezó Elena a formar parte del sector de Chamartín de la Rosa comandado por Sergio. Junto a ella estaban además las Rosas Ana López Gallego, Martina Barroso García. Precisamente este sector, fue uno de los primeros en ser desarticulados por acusaciones, confesiones bajo torturas y policías infiltrados. Cayeron nuestras rosas. Cayó la esperanza. El 3 de junio de 1939 Elena Gil Olaya ingresó en la cárcel de Ventas, ese infernal lugar donde ya no cabía ni un alma más. Pero el franquismo no paró de meter allí mujeres, llevándolas a la muerte por enfermedades, mala higiene, deshidratación y hambre. Porque pegarles un tiro no era suficiente. Las acusaciones del tribunal sedicioso contra Elena y las otras Rosas, se referían a su actividad antifascista, “hacer fracasar las instituciones de nuestro estado nazional”..“los postulados del glorioso movimiento no pueden ser nunca violados sin que surja al acto el derecho efectivo de defensa que al estado nazional corresponde por medio de sus órganos sancionadores, correctores y represivos”..”considerando que la actuación de los procesados es reveladora de su plena y absoluta identificación con las doctrinas marxistas”…

Por supuesto Elena, como las otras Rosas, fue condenada a muerte acusada de muchas cosas. La sentencia afirmaba que se probó que Elena, así como los otros acusados, eran miembros de las JSU y del PCE. Fueron condenados por actividades de propaganda, infiltración, espionaje, eran consideradas por el tribunal tan subversivas que merecían su asesinato. El asesinato de Elena, de las 13 Rosas y los 43 claveles fue una represalia por el atentado que realizaron otros 3 militantes de las JSU contra el “comandante” de la guardia civil y miembro del servicio de información y policía militar franquista, Isaac Gabaldón, su hija y el conductor José Luis Díez Madrigal. Sin embargo, Gil nunca fue acusada de ello, ni ella ni ninguna de las rosas tuvo relación con dicho hecho, ya que estaban encarceladas en el momento de suceder.

A las 4 de la madrugada del 5 de Agosto de 1939, la directora de la prisión, Carmen Castro, recibió un escrito con la sentencia dictada en la farsa judicial, para entregar a los fusileros a las condenadas que se especificaban en el documento. Una a una cruzaron el portón de madera, aún era noche cerrada, subieron a la parte trasera del vehículo. Sus peticiones de indulto no fueron cursadas, los matarifes consideraron que eran vidas descarriadas, sin futuro ni destino, condenadas a purgar con su muerte la culpa de una existencia equivocada. Aquella ejecución era un acto de venganza, un castigo ejemplar, con el que el régimen se saltó sus propias normas formales, las penas de muerte debían quedar en suspenso hasta que se recibiera el “enterado” de franco, que no se cumplimentó hasta el 13 de agosto.

El trayecto fue corto, se apearon del camión, y fueron dispuestas en fila en la tapia del cementerio plagado de impactos de balas. Las hicieron detenerse, y entonces supieron que habían llegado a su destino. En el silencio, sólo se escuchaban las respiraciones aceleradas, el caminar de quienes las custodiaban, y el ruido metálico de los fusiles. Entonces llegaron las descargas, los matones franquistas reventaron el cráneo de Elena, y el de sus compañeras, contra la tapia de un cementerio, para que no hablara. Para que nadie más hablara. Y lo consiguieron. Elena solo tenía 20 años.

Olvidar las injusticias nos lleva a volver a cometerlas. Por eso quieren que olvidemos, que dejemos enterrados los huesos, que borremos de nuestro pasado las historias desgarradoras de miles de personas brutalmente humilladas y asesinadas por quienes siguen controlando las instituciones, los fascistas. Nuestro deber es recordar, que las nuevas generaciones sepan de qué es capaz el ser humano lleno de odio cuando el resto del mundo mira hacia otro lado ante las injusticias. Hay algo innato que tenían en común todas las Rosas, creer, de verdad, que siempre se puede hacer algo más, que hay que seguir, cueste lo que cuesta. Y Elena no iba a ser menos.

En esas tapias fueron asesinadas las 13 Rosas, con edades entre los 19 y los 29 años: Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Adelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García y Luisa Rodríguez de la Fuente, sin olvidar a Antonia Torre Yela, la Rosa n.º 14, fusilada pocos meses después.


Documentos: La Voz de la República (Maria José Robles Pérez). Wikipedia. Imagen coloreada por Tina Paterson


En MEMORIA de las mujeres y hombres del Ejército de la REPÚBLICA Española