curas implicados en los CRÍMENES franquistas. Parte 2, Pistoleros

curas implicados pistoleros word pressViene de: Parte 1, Arengas y Delaciones

La Iglesia prestó con entusiasmo todo su apoyo moral, ideológico, material y humano a los golpistas del 36, participando en muchos de los crímenes franquistas durante las operaciones de represión y exterminio de los Republicanos. Dió cobertura y justificó las atrocidades en campos de concentración, prisiones y cárceles franquistas. Los obispos movilizaron en armas a sus fieles contra la República, cientos de curas fueron agentes directos en saqueos y asesinatos, fusil al hombro, pistola y cartuchera sobre la negra sotana, participaban en ataques, disparaban ametralladoras desde tejados, mataban y daban tiros de gracia.

En Navarra los curas se alistaron con los requetés, a quienes arengaban, bendecían, confesaban y comulgaban bajo el lema «Dios, Patria y Rey» para seguir cometiendo las mismas faltas, atrocidades y delitos 5 minutos después. El cura calagurritano Higinio Arpón vestía el uniforme de Falange, con pistola al cinto. La Rioja Baja y la Ribera Navarra, se poblaron de curas pistoleros, boina colorada y actitudes extremadamente criminales. El navarro sanguinario capellán castrense de la Legión, Vicente, apremiaba a disparar contra los republicanos: ‘¡No le dejes que se escape! ¡Dispara, hombre, dispara! ¡Le cazaste!’. El cura de Valderas (León), pistola en cartuchera, marcaba los objetivos a eliminar por las escuadras de la muerte de los sublevados, señalando los que debían ser ejecutados: En los 3 primeros días del golpe asesinaron a unas 120 personas.

El cura Antonio Oña lucía pistola y uniforme de campaña en el frente navarro. Después fue nombrado obispo de Mondoñedo. Elaboraba listas de los que debían ser ejecutados. La madre de Julio Pérez, un concejal de UGT condenado a muerte, intercedió por su hijo, y Oña le dijo: «Mira hija, si lo matan ahora irá al cielo. Si no lo matan, volverá a la andadas y se condenará. ¿Qué mejor momento para morir que ahora que está confesado?». Por la sastrería eclesiástica de Benito Santesteban en Navarra, pasó el obispo de Zamora Manuel Arce Ochotorena, quien al despedirse de Santesteban le dijo: «Bueno, si en lugar de sotanas me envías fusiles ¡mejor que mejor!».

Rodríguez se llamaba el cura verdugo del penal de Ocaña, encargado de dar los tiros de gracia con su pistola star a los fusilados, otras veces los golpeaba con un martillo en la cabeza. También participaba activamente en las palizas que les propinaban a los reclusos. Victorino F. (Villacañas, Toledo) contaba que: “A mi padre lo mataron por ser de las juventudes comunistas. A mí tío lo mató un cura en el patio de la cárcel del penal de Ocaña”. En la cárcel franquista de la isla de San Simón, Galicia, un cura con su pistola al cinto se encargaba de administrar justicia y no era divina precisamente.

El cura de Zafra, Juan Galán Bermejo era espeluznante, se le atribuyen 750 asesinatos. Entró en Badajoz con los legionarios participando directamente en la masacre que se realizó sobre los refugiados en el sótano de la catedral, se jactaba de que “con esta pistolita llevo quitados de en medio a más de 100 marxistas”. En Zafra señaló a toda “la canalla marxista que debía ser fusilada, todos los procedimientos de exterminio de esas ratas son buenos, y Dios, en inmenso poder y sabiduría, los aplaudirá”.

El odio de estos curas asesinos hacia las mujeres era patológico. Hermenegildo de Fustiñana, capuchino y capellán carlista, el 6 de agosto de 1936, junto a otros carlistas, sacó de la cárcel de Jaca a Desideria Giménez de 16 años, y a Pilar Vizcarra, embarazada, que una semana antes había visto como era asesinado su esposo. Las mataron vilmente en campo abierto. El médico de Sábada (Zaragoza) pidió que se demorara la ejecución de la joven de 19 años Basilia Casaus, embarazada de gemelos, se esperaba que diera a luz en apenas 2 semanas. Guardia civil y falangistas estuvieron de acuerdo en el aplazamiento, pero el cura del pueblo, primo de la víctima, se negó en rotundo diciendo: “Hay que fusilarla, muerto el animal, muerta la rabia”. Los deseos de este psicópata fueron atendidos y fue fusilada frente al castillo de Sádaba.

El coadjutor de la parroquia de Murchante (Navarra) Luis Fernández Magaña, era requeté y daba los tiros de gracia a los fusilados que habían sido sacados de la cárcel de Tafalla por un grupo de requetés el 21 de octubre de 1936, antes de arrastrarlos a la fosa común. También en Quintanar (Toledo) el tiro de gracia a los que fusilaban lo daba un cura llamado “El curilla”. Vicente Rojo cuenta en los libros ”¡Alerta los pueblos!” y “España heroica” que si los condenados a muerte se negaban a confesar, les esperaba una sutil venganza por parte del cura y del oficial del pelotón de ejecución: Ordenaban a los fusileros no matarle de primera: “dejármelo a mí para el tiro de gracia”. Cuando el oficial se acercaba al reo herido no mortalmente le decía estas últimas palabras: “Ahora te voy a dar el tiro de gracia, pero viviendo, para que así te des cuenta de que te vas al otro mundo”.


Documentos: Público (Alejandro Torrús). Todos los Rostros, (Paco de Jerez: 1, 2 y 3). Asamblea Digital (José Luis Garrot). Y las obras de Julián Casanova, “La Iglesia de Franco”. Francisco Espinosa, “Por la religión y por la patria. La iglesia y el golpe militar de julio de 1936”. Bullón de Mendoza, A. y de Diego, A., “Historias orales de la guerra civil”. Isidro Cruz Villegas y Mª Dolores Cruz Villegas, “Las condiciones de vida en la comarca de La Mancha toledana durante la Guerra Civil y Postguerra


En MEMORIA de las mujeres y hombres del Ejército de la REPÚBLICA Española