REPUBLICANOS en las CÁRCELES franquistas. El sangrante caso de la prisión provincial de Córdoba

Cárcel franquista Córdoba 2 word pressLa prisión estaba abarrotada, en los dormitorios, donde se hacinaban 350 personas, había solo un váter que no podía utilizarse durante el día, la mugre recubría todo. Las condiciones sanitarias eran terribles, con un solo urinario en el patio; la suciedad lo invadía todo; los presos estaban llenos de piojos y depauperados .El único plato que recibían los reclusos era matas de coliflor hervidas con agua a la que se echaban tacos de grasa de la que se utilizaba para engrasar los ejes de las carretas; su olor era insoportable y su sabor indescriptible.

Cuando se cambiaba el “menú” a la coliflor la sustituían los nabos forrajeros, destinados habitualmente a las bestias. Los reclusos llamaban a esta porquería “caldo nazareno”. Los partes de cocina se falsificaban; aparecían comidas que no existieron; el estraperlo era habitual. Lo más importante era el resultado: los enfermos morían como chinches y la causa fundamental era el hambre. El mantenimiento y el recorte de una dieta muy hipocalórica estaban destinados a conseguir determinados fines.

Todos los días quedaban tendidos en el patio varios muertos de hambre; la deshidratación era pavorosa; en una temperatura de más de cuarenta grados a los reclusos se les privaba de agua; cuando uno logró cazar un pajarillo y se lo comió, los guardianes le dieron una paliza. Ya no se le volvió a ver. En tales circunstancias se produjo una epidemia de tifus exantemático. La mortandad volvió a dispararse. Así, pues, el hundimiento moral, la suciedad, el hambre, la enfermedad y la muerte se convirtieron en los compañeros habituales de una población reclusa desesperada.

Los guardianes, carceleros, sanitarios y cuadros de mando sisaban de las raciones distribuidas a los prisioneros, desviando los recursos alimenticios hacia los infernales mecanismos del estraperlo y del mercado negro que habían hecho presa en la España de la VICTORIA (y que no desaparecieron hasta principio de los años cincuenta).

El director de la prisión fue un hombre “tristemente célebre” y corrupto: Enrique Díaz de Lemaire. Le sustituyó Juan José Escobar Sánchez, “igual de exterminador y corrupto”. El subdirector se llamaba Ramón García Lavello. El responsable de la sección de mujeres era Rafael Herreros, ayudado por la temida “Doña Dolores”, una encarnación castiza de los viragos nazis. La prisión no carecía de capellán, era un jesuíta.

Los funcionarios de prisiones que más destacaron por su crueldad han quedado prendidos en la memoria de los supervivientes: Enrique de la Cerda, Antonio Justo, Manuel “y pico”, Andrés “el boxeador”, un tal “Don Ángel”, “el Teleras”, “el Negro Desperdicios”. Apaleaban a los presos. “El Dientudo”, Ángel Baena, y su lugarteniente, Segundo Rojas, torturaban a los presos en las celdas de castigo y los mantenían durante días a pan y agua.

La imagen puede extenderse a otras prisiones de la España de Franco cuando falange soñaba con gloria imperial sin fin. Se han contabilizado 6.000 víctimas en una docena y aun quedan por explorar datos de otras cárceles muy importantes como las de Puerto de Santa María, Málaga, Hellín, Chinchilla, Cuéllar, Segovia, Madrid, Alcalá de Henares, Burgos, Palencia, Amorebieta, Santander, El Dueso, Santoña, Zaragoza, etc.


DOCUMENTO original de Ángel Viñas


En MEMORIA de las mujeres y hombres del Ejército de la REPÚBLICA Española