Cuando se produjo el golpe militar de 1936, el gobierno de la República ordenó el comandante Gregorio Haro Lumbreras que se dirigiera a Sevilla con un grupo de guardias civiles, para sofocar la rebelión fascista. Le seguía una columna civil formada espontáneamente, un 90% eran mineros de Huelva. Iban a Sevilla, donde las tropas de Queipo de Llano habían entrado a sangre y fuego, a defender al Gobierno Republicano. Habían requisado coches, camiones, dinamita, escopetas de caza, pero carentes de entrenamiento militar iban mal organizados y peor armados. Sin embargo fueron los únicos que inquietaron a Queipo. Seguir leyendo