Queipo tenía muchas ganas a los mineros y por eso envió a la zona minera de Huelva una auténtica máquina de matar. Entre los años 36 y 38 el terror asoló la zona, la comarca minera, cuna del activismo político, sufrió una dura represión lindante con el «genocidio». Poblaciones como Riotinto, Salvochea, Nerva, El Campillo, La Dehesa, La Atalaya, La Aulaga, Campofrío y Zalamea la Real fueron sometidas durante días a un intenso bombardeo por aviones fascistas, continuos fusilamientos, y una terrorífica represión, con la intención de castigar a unas sociedades marcadas por las organizaciones de clase.
Los 5 días de bombardeos que precedieron a la entrada de las tropas franquistas en Zalamea la Real fueron una forma más de violencia política, ejercida contra una población que los sediciosos estimaban merecedora de ser castigada para purgar sus crímenes políticos. En 1936, de los 15 ediles que componían el Ayuntamiento de Zalamea la Real, 12 eran del PSOE y otros 3 de Izquierda Republicana. Los fascistas tenían muy claro el carácter mayoritariamente Republicano de la población, y en consecuencia actuaron con toda contundencia.
El 25 de agosto de 1936 una columna rebelde al mando del “capitán” Varela de unos mil hombres, guardias civiles y de asalto, infantería, requetés, falangistas, con apoyo aéreo, tomó Zalamea. El uso intenso de la artillería fascista dinamitó cualquier intención de resistencia, aunque un centenar de animosos voluntarios del pueblo se enfrentaron a los sublevados; una contraofensiva de milicianos de Salvochea y Riotinto no logró recuperar la localidad. Empezaron las “tareas de limpieza”. Los simpatizantes de izquierda, Frente Popular, los Republicanos, eran directamente sometidos a bandos de guerra y directamente asesinados.
Para perpetrar las masacres repetidas en todas las provincias andaluzas, los delatores que facilitaron los paseos y bandos de guerra, y luego testigos principales en los consejos de guerra, solían ser el alcalde, el jefe local de falange, el comandante de la guardia civil y el cura. El mismo recuento en cada pueblo, en cada asesinato impune. Zalamea la Real fue un laboratorio de la empresa genocida que pusieron en marcha los franquistas. Centenares de vecinos sufrieron una terrible represión que alcanzó por completo las aldeas de Zalamea: Las Delgadas, El Membrillo Bajo y Alto (donde se exterminó a toda su población, 14 personas), El Villar, El Pozuelo y El Buitrón.
El historiador Francisco Espinosa Maestre da cuenta de 118 asesinados por los fascistas anotados en los registros de En Zalamea la Real (ver su obra, ‘La guerra civil en Huelva’), faltan, al menos, los fallecidos por bandos de guerra, que en su mayoría no fueron registrados, así como los asesinados fuera del municipio, o los muertos en prisiones. De hecho, entre agosto de 1936, y febrero de 1937, en que comenzaron las farsas judiciales, muy pocos asesinatos se anotaron, hay un gran número de desaparecidos. El investigador Manuel Pichardo ha contabilizado hasta el momento 256 víctimas zalameñas asesinadas por la violencia golpista, número que podría elevarse hasta las 300.
Durante los 3 primeros meses de ocupación constan 107 personas fusiladas. Después, un sangriento goteo de asesinatos, fruto de paseos o consejos de guerra que se prolongaron hasta bien entrada la posguerra. Hay que sumar un espantoso escenario de presos, huidos, exiliados, humillados, expoliados, depurados, que afectó a buena parte de los zalameños durante muchos años.
Los vencidos, la mayoría de la población, vieron derrumbarse violentamente su mundo, desvanecerse sus aspiraciones y muchos fallecer delante de un pelotón de fusilamiento. Las familias mineras padecieron fuertes privaciones, precariedad alimentaria, terror cuartelero, y como no, por donde pasaban las bandas armadas de la canalla franquista siempre el mismo trato humillante y vejatorio contra las mujeres Republicanas, vejaciones, violaciones, palizas, purgas, rapados, paseos públicos.
Fue el castigo que impuso el catolicismo ultramontano, la oligarquía, los terratenientes, los militares y clases fascistas, que no estaban dispuestos a tolerar a los “mineros marxistas de Riotinto”, a los masones, a los demócratas, a los liberales, a los nacionalistas periféricos, a nadie que no aceptara a la “España, grande y libre” que venían imponiendo desde el 18 de julio. La represión dejó, más que la propia guerra, una profunda herida en la memoria de la población. El pueblo quedó aniquilado espiritualmente. Las fosas comunes se colmataron de Republicanos. Cada número, cada cifra, esconde un drama personal y familiar que se ha mantenido latente durante el largo invierno del franquismo y la transición democrática, y que emerge ahora, décadas después, demandando justicia y reconocimiento social.
Continua en Parte 2, Víctimas y Fosas
Documentos: Estudio histórico-arqueológico de la represión franquista en Huelva (Ignacio Muñiz Jaén, María Inmaculada López Ramón, Angel del Río Sánchez, Carlos Romero). La Guerra Civil y la represión franquista en la Cuenca Minera de Riotinto (Miguel Ángel Collado Aguilar). Zalamea La Real – Historia. Anuario 2015. Intervenciones en fosas comunes del franquismo en Andalucía (Juan Manuel Vázquez)
En MEMORIA de las mujeres y hombres del Ejército de la REPÚBLICA Española