Francisco Caballero Gómez y su esposa Rosario Palmar García, ambos de 59 años, vivían en El Cabezuelo, a unos 200 metros de Zalamea. El 4 de marzo de 1938, el cabo de la guardia civil Alfonso Doñoro Durán, y los guardias Francisco Marín Gómez y Ángel Moya Pascual practicaron un registro en el domicilio del matrimonio. Encontraron 2 cajones con ejemplares del periódico Tierra y Libertad, de la revista Estudios y otros impresos que la guardia civil describió como “propaganda revolucionaria”. Al ser interrogados por aquellas publicaciones, Francisco y Rosario respondieron que pertenecían a sus hijos Francisco y José, militantes de la CNT huidos en zona Republicana.
Francisco y Rosario fueron detenidos y trasladados a la cárcel municipal de Zalamea; el atestado se remitió al gobierno militar de Huelva, que lo trasladó a los servicios de justicia. El auditor de guerra de la región militar dio vía libre para que se sometiese a Francisco y Rosario a consejo de guerra. El 26 de marzo el capitán Bugallal del Olmo se personó en la cárcel municipal de Zalamea la Real para tomar declaración a los 2 encartados, pero los detenidos no estaban. El encargado de la cárcel les informó que el día 11 habían sido pasados por las armas.
Efectivamente, a las 5 de la mañana del día 11, ambos fueron “sacados” por la guardia civil. Según la versión oficial, los 2 detenidos, casi sexagenarios y esposados, eran conducidos a su domicilio con el objeto de que estuviesen presentes cuando se iba a practicar un nuevo registro. Según el atestado policial los detenidos intentaron escapar, no obedecieron la orden de alto, y los guardias que los escoltaban abrieron fuego siendo abatidos por los disparos.
El hecho es incierto, en la exhumación posterior se comprobó que ambos habían recibido un tiro en la nuca. A Francisco y Rosario los asesinaron mediante bando de guerra, se les aplicó la llamada “ley de fugas”, un vil asesinato como los miles que durante esos días estaban ocurriendo en Andalucía. Después fueron enterrados en una fosa cerca del lugar donde habían fueron tiroteados. Severiano Muñiz, por entonces niño de 10 años los vio esposados acompañados por los guardias con dirección al lugar del óbito: “Era temprano y yo andaba con las cabras. Les saludé, buenos días, me respondieron buenos días. No creo que supieran que iban camino de la muerte, eso se notaría en sus caras y yo no noté nada especial. Al día siguiente me enteré de que los habían matado y supe entonces adónde se los llevaban”.
El expediente de juicio sumarísimo, se les abrió después de haberse llevado a cabo los asesinatos. Los servicios de justicia no abrieron una investigación para esclarecer las circunstancias de ambas muertes. El juez instructor dio por conclusas las actuaciones judiciales contra Francisco y Rosario, ya que “la muerte extingue toda clase de responsabilidad criminal” y propuso el sobreseimiento del sumario que fue definitivamente aprobado.
El matrimonio fue asesinado arbitrariamente con la excusa de tener en casa propaganda anarquista y revolucionaria que pertenecía a sus hijos y que, muy probablemente, jamás habían leído por no saber hacerlo. La causa de la muerte y de las torturas que sufrieron, fue la negativa de la pareja a delatar el paradero de sus hijos. Las diligencias instruidas con motivo del este registro y la detención de los mismos suponen un ejercicio de cinismo absoluto y todo un ejemplo del concepto de “justicia” del nuevo Estado totalitario.
Durante toda su vida, uno de los hijos del matrimonio acudió regularmente a la fosa, escondida en un bosque de encinas y alcornoques, un lugar clandestino de la memoria durante 70 años. Su hijo Esteban Caballero, nieto de los asesinados le acompañó numerosas veces, “Cuando murió mi padre, se convirtió en una obligación, un imperativo moral.” Más de 60 años acudiendo al bosque, convertido en su particular memorial. A petición de Esteban, en 2007 se realizó la exhumación de la fosa, promovida por la Asociación Memoria Histórica y Justicia de Andalucía. Los cuerpos aparecieron arrojados de forma poco respetuosa, el crimen parece haber ocurrido con las víctimas de espaldas, presentando disparo en la nuca.
Muchas personas humildes y trabajadoras, cuyas únicas armas eran sus manos para trabajar la tierra y mantener a su familia fueron exterminadas por los rebeldes fascistas. Se ha hecho un merecido homenaje a las victimas rescatando un episodio que se quiso enterrar para siempre en el olvido, para que nadie tuviera constancia de esta pareja de campesinos que murió por no delatar a sus hijos. Lo que verdaderamente interesa, es la reposición histórica y dignificación de personas que murieron por defender unas ideas y desenmascarar a otras que los asesinaron.
Documentos: Exhumación de una fosa de la Guerra Civil en la finca Juaniani, Zalamea la Real (Ignacio Muñiz Jaén, María Inmaculada López Ramón, Angel del Río Sánchez, Carlos Romero). Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática. Todos los Nombres. Zalamea… la Otra Mirada
En MEMORIA de las mujeres y hombres del Ejército de la REPÚBLICA Española