Trigueros (Huelva), 1936. Los franquistas ASESINARON extrajudicialmente, y arrojaron a una fosa común, al Socialista Florentino Pérez Caballero junto a otros 15 REPUBLICANOS

Florentino Perez Caballero word pressFlorentino Pérez Caballero era natural de Beas (Huelva), era molinero y encargado de todas las labores de la fábrica propiedad de una de las grandes familias del pueblo. Con su mujer, Catalina, tuvo 3 hijos, Antonio, Catalina y Justo. Se crió en el campo cuidando ovejas, pero venía al pueblo periódicamente, desde muy pequeño mostró un enorme interés por aprender. Fue totalmente autodidacta, no pudo asistir a la escuela, pero pronto aprendió a leer y se empapaba de todo lo que caía en sus manos. Era un hombre pacífico, leía “El Socialista” y libros que hablaban del progreso, de un futuro mejor, era un idealista, estaba convencido de que los pobres y los oprimidos llegarían a tener una vida mejor.

Pero tenía que cambiar el sistema dominante, tenía que haber tierras para poder vivir, se tenían ganar salarios dignos, los sometidos eran tan personas como los señoritos a los que tenían que mostrar continuo respeto. Siempre trabajó por mejorar la vida de los obreros del pueblo. La llegada de la II República, el 14 de abril de 1931, fue para él una de las fechas más felices de su vida: parecía que todas las expectativas de aquellos soñadores iban a empezar a cumplirse. No tomaron revancha contra nadie, ni tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, ni tras el 18 de julio cuando se comprobó el alcance, que ya se preveía sanguinario, de la rebelión. En Beas no había habido delitos de sangre por parte de las izquierdas, ni siquiera graves molestias a los terratenientes, pero algunos pensaron que que la rebelión fascista podría terminar en represalias y huyeron del pueblo.

Pero ¿a nosotros qué nos va a pasar si no le hemos hecho nada a nadie?”, y Florentino no hizo nada por ausentarse de casa ni esconderse. Lo detuvieron y lo encerraron junto a otros 34 hombres. El 16 de agosto de 1936, llegó el rumor: “que se llevan a los presos, que se llevan a los presos”. Mi madre ya no pudo verlo. Se lo llevaron en el primero de 2 camiones; en la caja del camión iban 16 hombres buenos con la mirada perdida, apelotonados, con sus vigilantes armados. Las mujeres que intentaron asomarse a la calle desde los portales a ver el camión fueron metidas para adentro a culatazos bajo amenazas de muerte. Fueron privadas de una última mirada de despedida.

Florentino Pérez Caballero fue fusilado esa calurosa tarde del 16 de agosto en el terraplén del muro lateral exterior del cementerio de Trigueros, junto con los otros 15 hombres que iban en el camión. Tenía 47 años, su muerte quedó registrada como “a consecuencia del pasado movimiento nazional”. Aquella misma tarde, un 2º camión, con otros 19 presos, salió camino del cementerio de San Juan del Puerto, donde serían asimismo ejecutados. El camión pasó por delante del callejón del cementerio de Trigueros donde yacían, aún calientes, sus compañeros fusilados. Al verlos, espantados, ya no tuvieron ninguna duda de lo que les iba a pasar a ellos.

Todos fueron enterrados “como perros”, dice mi madre, en una fosa común en el suelo del cementerio, sin que quedara ni rastro. Un sencillo monumento funerario costeado después por las viudas fue derribado por el cura de Trigueros al poco tiempo. Años después las “autoridades” falangistas propusieron a mi abuela que firmara una conformidad para cobrar una pensión de viudedad, como que su marido había muerto con motivo de los sucesos del “alzamiento nazional”. Algunas viudas cedieron, porque se morían de hambre, pero mi abuela Catalina mantuvo su dignidad y les espetó a la cara: “vosotros sabéis perfectamente que a mi marido lo han asesinado y quiénes lo han hecho”.

Mi abuela y sus hijos consiguieron sobrevivir, con hambre, con miseria, con la ayuda compasiva de mucha gente buena. Sin rencor ni deseos de revancha, solo queremos dignidad, conocimiento de la verdad y reconocimiento de nuestros familiares que lucharon generosamente por un mundo mejor, aunque sus huesos sigan ocultos bajo tierra. Se acabó el tiempo del silencio, sobre las heridas cerradas en falso no se puede construir una sociedad sana y reconciliada.


Original de Francisco Florentino García Pérez, nieto de Florentino Pérez Caballero, en Todos los Nombres


En MEMORIA de las mujeres y hombres del Ejército de la REPÚBLICA Española